Plataforma Nacional de Transparencia

Comunicados de Prensa

No. 150/2022

Ciudad de México, a 27 de abril de 2022

PALABRAS DE LA MINISTRA MARGARITA RÍOS FARJAT DURANTE SU PARTICIPACIÓN EN EL PRIMER DIÁLOGO ENTRE MUJERES LÍDERES DE LA CUMBRE JUDICIAL IBEROAMERICANA

Saludo con mucho gusto a las distinguidas participantes de esta mesa, y quienes nos acompañan con su presencia. Agradezco mucho la invitación, y más que exponer mi trayectoria, de techos de cristal, determinación y desvíos luminosos, prefiero compartir algunas reflexiones que he ido recogiendo en el camino. El papel histórico de las mujeres ha sido el de motores domésticos y, por lo tanto, invisibles, en el devenir mexicano. Un tejido de entendimientos políticos, jurídicos, sociológicos, antropológicos y, en general, “culturales”, ha sido la pesada cortina que las mujeres hemos de descorrer cada vez que deseamos acceder a los escenarios públicos de las decisiones que dan forma al país. Pero esta batalla nos llena de aprendizajes.

El primero es, precisamente, tener resistencia a los estereotipos. Eso lo tuve muy presente cuando en México votamos por la despenalización del aborto. Elegí centrarme públicamente en cómo los estereotipos añaden dolor: “mujeres malas, egoístas, irresponsables”. El estereotipo nos aleja del entendimiento y de la verdadera vida constitucional. Entonces, es mantenernos firmes, pero sin perder el ánimo conciliador en la transformación social de nuestra época y que se encamina hacia una verdadera igualdad. Nos importa tanto lograr el objetivo de la verdadera igualdad, que quienes estamos en posiciones de liderazgo sabemos que estamos abriendo brecha, y que, por lo tanto, nos toca resistir ataques e inercias. Se requiere altura de espíritu para bregar por esas aguas difíciles sin perder la calidez ni el entusiasmo. Se trata de que construyamos sociedades mejores y verdaderamente igualitarias; no de disputar el monopolio de la discordia, sino de transformar el poder en positivo.

El segundo punto se relaciona con esto, y es no perder de vista que el objetivo no es solo nuestra plenitud individual sino integrar, junto con otras mujeres en posiciones destacadas, una constelación de posibilidades, para que las generaciones que nos siguen crezcan acostumbradas a que no existe diferencia entre hombres y mujeres. Que cualquier sueño que tengan esté a su alcance y que confíen, pues las mujeres que ahora recorremos estos caminos, lo hacemos pensando en quienes nos siguen.

El tercer punto es la paciencia y empatía entre nosotras, las mujeres. Mencionaba yo el devenir histórico que nos ha marginado de la vida pública y de la vida profesional, y aunque estamos en proceso de cambio, ese devenir histórico otra cosa nos quitó, y es que no estamos acostumbradas a trabajar entre mujeres, a veces hasta nos dividimos: las que trabajan, por un lado, las que no lo hacen, por otro. Incluso se dice nocivamente que las mujeres no nos apoyamos entre nosotras, pero sólo sucede que nos estamos acostumbrando a nosotras, y a que no existen predeterminados, y cada una va reaccionando de distinta forma a esto.



Esa empatía va también a las distintas generaciones de mujeres. Cada generación va abriendo la brecha con las mejores herramientas a su alcance y con la mejor expresión de su corazón. Dado que la sociedad transita por un cambio, esto se percibe generacionalmente. A veces no entendemos el proceder de mujeres van adelante o de quienes nos siguen porque creemos que nuestra forma de acceder a las cosas es la única y la mejor. Entonces el recelo se interpone, cuando lo cierto es que todas nos necesitamos en nuestras diferencias. Qué hermoso es sumar esfuerzos que sean distintos, sumar otras formas de entender, pero que comparten ética y principios. Lo hermoso es la suma de las diferencias porque en el fondo todas queremos lo mismo: transitar a una armoniosa y verdadera igualdad, y como juezas bien lo entendemos. Esa es la verdadera y más digna posición que hay que alcanzar, y con el corazón siempre agradecido, muy firme pero siempre abierto y tolerante.


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